Más allá de las cuatro líneas
Las primeras páginas de los libros son mágicas. Así lo creo. En realidad considero que al leer se establece una conexión con un mundo que percibimos lejano y totalmente imaginario. Algunos eventos me han hecho creyente que en ocasiones, ese espacio, universo, mundo o como quieran llamarle, se explícita tan claramente que se establece una comunicación entre el lector y la obra, más allá de un simple pasar de páginas. No, no es un episodio de los Expedientes Secretos X, pero son acontecimientos que quiero difundir porque existe la posibilidad que les haya ocurrido algo similar. Dosificaré las historias porque no quiero hacer tan largo este post y además por ser novata en esto de los blogs creo tomo la medida previsiva de mantener una reserva de emergencia respetable.
Cuando leí Las Armas Secretas de Julio Cortázar me apasioné tanto con el cuento de El Perseguidor que no quería parar y establecí una lucha titánica contra mis párpados. Una noche sola en casa, faltando pocas hojas para terminar el cuento, el protagonista (Jhonny) estaba a punto de morir. Me empeñé fervientemente en no cerrar el libro. Consideraba que debía acompañarlo en sus últimos minutos de vida. Fue entonces que exactamente en el momento del deceso, sentí y escuché (cerca de mi oído derecho) un susurro: "Chao". Pero no sólo escuché una voz, además la sonoridad y tonalidad indicaban que era de un hombre. Yo que soy cobarde como pocas estaba petrificada en la cama. Tardé más de 20 minutos en recobrar la temperatura habitual de mi cuerpo (y me imagino que mi color). Cuando me repuse, con mucha valentía (no se imaginan cuanta) voltee mi cara para hacer una inspección ocular al cuarto, porque yo estaba leyendo de espaldas a la puerta, lo que ratificó mi presentimiento: no había nadie. Inmediatamente apagué la luz y me escondí en mi mantita (muy parecida a la de Linus de Snoopy). No sé a qué hora concilié el sueño y dejé de pensar que alguien caminaba por mi cuarto. Más de una semana pensé que Julio y Jhonny se habrían carcajeado de mí hasta difuminarse. Por lo menos deben estar agradecidos, les di un motivo para reírse.
Cuando leí Las Armas Secretas de Julio Cortázar me apasioné tanto con el cuento de El Perseguidor que no quería parar y establecí una lucha titánica contra mis párpados. Una noche sola en casa, faltando pocas hojas para terminar el cuento, el protagonista (Jhonny) estaba a punto de morir. Me empeñé fervientemente en no cerrar el libro. Consideraba que debía acompañarlo en sus últimos minutos de vida. Fue entonces que exactamente en el momento del deceso, sentí y escuché (cerca de mi oído derecho) un susurro: "Chao". Pero no sólo escuché una voz, además la sonoridad y tonalidad indicaban que era de un hombre. Yo que soy cobarde como pocas estaba petrificada en la cama. Tardé más de 20 minutos en recobrar la temperatura habitual de mi cuerpo (y me imagino que mi color). Cuando me repuse, con mucha valentía (no se imaginan cuanta) voltee mi cara para hacer una inspección ocular al cuarto, porque yo estaba leyendo de espaldas a la puerta, lo que ratificó mi presentimiento: no había nadie. Inmediatamente apagué la luz y me escondí en mi mantita (muy parecida a la de Linus de Snoopy). No sé a qué hora concilié el sueño y dejé de pensar que alguien caminaba por mi cuarto. Más de una semana pensé que Julio y Jhonny se habrían carcajeado de mí hasta difuminarse. Por lo menos deben estar agradecidos, les di un motivo para reírse.
4 comentarios
M@GOO -
Salu2.
Adica -
Caribe -
Antonio Jordana -
Yo no busque mantitas, sino salí corriendo de mi casa y me compré un helado.
Lo que dices al principio de dio mucha risa tomo la medida previsiva de mantener una reserva de emergencia Debo aprender de eso, muchas veces mi tanque de post se queda en échame.